Pablo y sus artículos periodísticos

La ciudad del caos Diario Sur
11/04/2015

LA CIUDAD DEL CAOS

De la teoría del caos me fascina su nombre. De su contenido me atrae la espectacularidad del ejemplo típico: si una mariposa bate sus alas en Hong Kong, puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. Del ejemplo típico me impresiona el verbo batir, que le da un aire aristocrático (airistocrático) a la mariposa (ala mariposa), mucho más que aletear, y no me digan la elección geográfica, Hong Kong, con ese nombre que lleva su tiempo escribirlo sin que sobre ni falte ninguna g, no como Cuenca, por ejemplo, que es cierto que tiene casas colgantes y un museo de arte abstracto, pero ni una sola g, con lo importante que son las g. Mira Málaga, que empieza como la mujer que le gusta a un amigo mío (mala) pero en seguida cuelga una g y ahí está: llena de museos, cruceros, brotes verdes y un alcalde preelectoral que barre los barrios. Si las alas de una mariposa (recuerdo una vez que me estaba duchando en Honduras y descubrí de repente una mariposa ¡color carne! del tamaño de la palma de una mano junto al grifo, si es que no se puede ser limpio; desde entonces odio las mariposas, pero no Honduras, y eso que a los autobuses estaba prohibido subir con armas de fuego), decía que si las alas de una mariposa (pensemos en una mariposa pequeña y amarilla con toques rosas y azules) pueden provocar un tsunami, qué no podrá provocar la campaña de limpieza emprendida por el alcalde de Málaga. Cada vez que un barrendero levanta su escoba en Málaga, un bumerang golpea la cabeza de un maorí distraído en los rojos desiertos de Australia.
El origen de todo este batir de letras es una casualidad trágica que he preferido evitar, por dolorosa, hasta ahora: ayer, justo cuando leía que habían sorprendido a la altura de Antequera al conductor de un autobús escolar hablando por el móvil mientras conducía, y con una tasa de alcohol de 0,34 miligramos por litro, llevando a treinta y dos niños cordobeses, justo entonces se hizo pública la noticia de que al menos treinta y tres niños habían muerto en un accidente de autobús en el sur de Marruecos. Aplicando la demagogia a la teoría del caos (pero no crean que vamos muy descaminados), podemos decir que cada vez que un conductor se salta un paso de cebra, una persona es atropellada en algún otro lugar del mundo. Cada mañana cruzo con mis hijos una calle de dos carriles (Málaga tiene una g y también anchas calles) y el paso de cebra es un arma de doble filo: una por cada carril. Pasan motoristas leyendo whatsapp mientras pilotan ciclomotores escurridizos, se detienen conductores en uno de los carriles y uno se confía pero por el otro aparece un coche que llega tarde a una cita importantísima. No he comprobado -es muy difícil hacerlo- qué ocurre al otro lado del mundo cada vez que echo una maldición a uno de estos conductores, diría que cada vez que lo hago un vehículo es multado en otra parte de la ciudad, pero me cogerían manía algunos amables lectores, así que no lo digo, pero sin duda algo pasa. Treinta y tres niños (“al menos”, rezaba la noticia) en un autobús ardiendo al sur de Marruecos, pero el conductor que había bebido y hablaba por el móvil con treinta y dos niños a bordo circulaba a la altura de Antequera. Qué de material para trabajar en los cursos de reeducación vial. Lo malo es que cada vez que se les proyecte el vídeo del autobús ardiendo, algún alumno aventajado (¡avejentado!) lo compartirá por whatsapp y, en otra parte, un amigo conductor mirará en su pantalla arder el autobús, y para mirarlo no detendrá el vehículo que maneja. Más que la teoría del caos, deberíamos hablar de la teoría del asco. Cada vez que un conductor falta el respeto a la vida de sus semejantes, una mariposa rosa se vuelve marrón y crece hasta el tamaño de una mano.
http://www.diariosur.es/opinion/201504/11/ciudad-caos-20150411000923-v.html
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