Probable biografía

No sé si es una señal, ni de qué tipo, pero llovía cuando nací, en abril de 1968. En realidad no sé si llovía, ni me importa, y a lo mejor es una señal, qué pesado ya con las señales. Rayos y truenos y el llanto de un niño que nació en seguida, para qué demorarme si a lo mejor ya era claustrofóbico (ha sido acordarme de mi claustrofobia y levantarme a abrir la puerta; ha sido abrir la puerta y mi perro entrar con una pelota de tenis en la boca, ¿será una señal?). En el colegio destaqué jugando al fútbol y fui delantero centro en la selección andaluza que ganó el campeonato de Europa, marcando seis goles por la escuadra, uno de chilena y tres de saque de esquina, pero fui expulsado en el minuto tres de la primera parte y decidí pasarme al baloncesto. A los catorce años ya medía dos metros y trece centímetros, así que fui un buen base. Como en aquella época los jugadores de mi altura jugaban en países que ya no existen, como Yugoslavia, la Unión Soviética o Zaire, me pasé a la natación, pero me mojaba mucho, así que me pasé a la escritura, entre otras cosas para no alargar demasiado esta biobibliografía actualiazada hoy, veintinueve de febrero de 2021, día de mi cumpleaños, aunque ya dije que nací en abril, pero a lo mejor fue un parto lento, aunque ya dije que no me demoré y esta biobliografía no avanza y se termina el espacio y aún ni he hablado del servicio militar, pero como no lo hice pues así gano un par de líneas valiosísimas. A pesar de haber viajado mucho, casi siempre he vivido en Málaga, donde sólo llueve cuando llueve, como en todas partes, pero al menos cuando no llueve sale el sol, pero si sale mucho hace calor y, aunque prefiero el calor el frío, tampoco mucho. La lluvia es buena para dormir oyendo la lluvia, y para que los nonatos no se demoren en ser natos. Mira por donde hoy sí llueve, qué casualidad (¿será una señal?), pero a lo mejor no estoy en Málaga sino en San Petersburgo, como Rodian Ivanovich Raskolnikov, que si no sabes quién es no mereces seguir leyendo esto. Fuera. Nooo, sí puedes seguir leyendo, pero poco, porque queda poco. Voy a ir terminando porque es la hora de comer y este sol me ha abierto el apetito (¿o era lluvia?, el sol, además, cierra el apetito).
Estudié Filología Hispánica en la Universidad de Málaga, que entonces estaba en Córdoba (Argentina) y me enamoré de un catedrático, con el que vivo actualmente. Tenemos dos gatos. Pero un momento, el catedrático ya debería de haber muerto, pues es veintinueve de febrero de 2021, así que, conmovido por el dolor de la pérdida, asumo que en realidad me enamoré de una compañera de clase, pero lo típico, oye, ella se enamoró de otro (¡del catedrático!) y hube de esperar unos años hasta que una mujer me quiso y yo la quise y tuvimos doce hijos que están ahora jugando en la calle, y se me van a resfriar con este aguacero, así que voy a ir terminando porque tengo que bajar a buscarlos, y si no los encuentro haré lo de otras veces: me traeré a otros y mañana los devolveré a la plaza, comidos y duchados, con los deberes hechos. Me dejo de tonterías, se ve que hoy me he levantado gracioso: escribo y eso, ya saben. Sobre todo novelas y libros infantiles. La verdad es que escribir cansa, así que vayan por favor al apartado de libros y ahí encontrarán toda la información. Con este sol no me voy a poner a recordar títulos y premios, miles de premios de este catedrático que ahora soy (¿y ese alumno con gafas mirándome desde la última fila, con tanto amor en la mirada y olor a gato?).
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