Pablo y sus artículos periodísticos

La ciudad del futuro Diario Sur
16/04/2015

LA CIUDAD DEL FUTURO

El buen viajero debe aprender, al menos, a saludar, agradecer y disculparse en el idioma de la tierra que visita, y el buen hospitalario debe aprender lo mismo de los grupos mayoritarios a los que pretenda acoger. Si alguien aspira a estudiar en otro país, debe comprender la lengua de ese lugar, o si trata de publicar en revistas internacionales, y leerlas, o pedir un café con leche en Rouen y desea ser entendido (el camarero seguramente agradecerá que usemos el idioma de Shakespeare -las pocas veces que Shakesperare usó el francés- aunque después nos pondrá el café como le dé la gana, pero esa es otra cuestión). Concienciados, pues, y acomplejados, damos importancia a la enseñanza de idiomas y valoramos que los colegios donde estudian nuestros hijos sean, como mínimo, bilingües. La universidad exige un nivel B1 (¡agua!) en inglés para expedir el título de cualquier disciplina, y muchos intentan que los niños vean los dibujos animados en inglés. Hay quien activa el sonido en versión original hasta para ver Doraemon, sin darse cuenta de que Nobita habla japonés, idioma milenario, por cierto. Estudiar idiomas puede ser divertido y utilísimo, y permite placeres íntimos como leer un buen libro de un autor extranjero que nos apasione (¡que nos apisone!) sin tener que recurrir a traductores, pobres traductores, o reír la ocurrencia de nuestro actor extranjero fetiche sin que la gracia haya sido trasladada al español, perdiendo chispa por el camino. Conozco a varias personas políglotas y me repito interiormente que les deseo lo mejor lo mejor lo mejor, para eliminar la envidia cochina y desear que les ocurra como al desgraciado joven del otro día, aquí en Málaga: su padre lo mató y después se puso a ver la televisión. La noticia, aunque esto no venga al caso, omitió un detalle importante: ¿qué programa era ese tan atractivo?
Deseamos que nuestros hijos sepan idiomas y obtengan un título universitario, que estén preparados para el futuro, para el mundo moderno. Tras la formación enviarán los currículum ante fascinantes ofertas de trabajo y aguantarán largas colas, insólitas entrevistas y las incumplidas promesas de que los llamarán de todas formas. Algunos, sin embargo, serán elegidos y alcanzarán la gloria. La gloria puede ser, por ejemplo, trabajar en los interesantes nuevos museos de Málaga. Sumando horas y complementos pueden alcanzar los 600€ mensuales. Podrían pagar con el sueldo de un año una mensualidad y media del ático de Rouco Varela. Sí podrían pagar ciertos pisos en Málaga, pero deberían evitar comer, ni fuera ni dentro. La parte contratante saca pecho y explica que sólo trabajan cinco horas y media al día, con lo cual pueden buscar otro trabajo para las otras dos horas y media de jornada laboral y así comer, por ejemplo, los martes y los viernes. Elijo el ejemplo de los museos por ser una oferta en la que requieren título e idiomas y por ser de hoy mismo, pero hay muchos otros tristes ejemplos. El Papa (vamos a compensar lo de Rouco) ha arremetido contra los empresarios malignos, como los que gestionan subcontratas que se encargan de los subcontratos. Me encantaría que Pedro Reyes se ocupase de esta gente, al menos nos reiríamos.
http://www.diariosur.es/opinion/201504/16/ciudad-futuro-20150416075332.html
pablo aranda © Todos los derechos reservados. Málaga 2011 web desarrollada por Logotipo Malamente S.L.